ACTIVIDADES
PARA______EL
__FOMENTO__
DE_________LA
_____LECTURA.
El sábado 14 de noviembre de 2015, con el fin de fomentar la lectura y para que los niños de Palazuelo conocieran parte de la obra de Wenceslao Fernández Flórez, El bosque animado, la Biblioteca salió al bosque. En los merenderos contamos una adaptación del primer capítulo de esta novela. Y entre las hojas secas, helechos y sauces llorones nos trasladamos a la mágica Fraga de Cecebre.
LA FRAGA DE CECEBRE
La fraga es un tapiz de vida apretado contra las arrugas de
la tierra. Es toda vida, desde la guarida del zorro hasta la punta del pino más
alto. Donde fijáis vuestra mirada divisáis ramas estremecidas, troncos recios,
verdor; donde fijáis vuestro pie dobláis hierbas que después procuran
reincorporarse con el esfuerzo doloroso de hombrecillos desriñonados. Donde
llevéis vuestra presencia habrá un sobresalto de seres que huyen entre el
forraje, alimañas que se refugian n el tojal, de insectos que con la prisa de
todas sus patitas entorpecidas con el musgo, las zarzas, los brezos y los
helechos.
La Fraga de Cecebre es un ser hecho de muchos seres. Vida
ancestral olvidada, tierra, animal encorvado, raíz de árbol; rama, flor y
fruto. Araña que acecha y insecto que escapa. La fraga es como la ciudad, pero
más variada. Porque en la ciudad el hombre lo es todo y su carácter se
manifiesta en todo el panorama urbano, mientras que en la fraga el hombre
resulta apenas un detalle del que se puede prescindir.
En la Fraga de Cecebre, los árboles tienen sus luchas. Los
mayores asombran a los más pequeños, que crecen entonces con prisa para hacerse
pronto dueños de su ración de sol. A estos árboles les gusta cantar y cantan a
coro las pocas canciones que han logrado componer. Todas las plantas aman
intensamente el agua y a ensalzarla dedican sus mejores sinfonías. Son dos y
las podéis oír en todos los bosques del mundo; una imita el ruido de la lluvia
sobre el ramaje y la otra copia el rumor de un mar lejano.
Un día llegaron unos hombres a la Fraga de Cecebre, abrieron
un agujero y clavaron un poste. Subieron luego por él varios hilos metálicos y
se marcharon para continuar con el tendido de la línea telefónica.
Las plantas que había en torno al reciente huésped de la
fraga permanecieron durante varios días cohibidas con su presencia, las plantas
son muy tímidas. Al fin, un pino alto y recio que estaba cerca de él, dijo:
-
Han plantado un nuevo árbol en la fraga.
La noticia corrió de las hojas de un eucalipto que rezaban
al pino, y por las del castaño que rozaban con las del eucalipto. Y el rumor de
las hojas de extendió gracias al roble y al abedul ; y llegó a toda la
espesura. Los árboles más altos y alejados del nuevo huésped, aprovecharon el
viento para inclinarse y así se asomaban para mirar.
-
¿Cómo es? ¿Cómo es?
-
Pues es – dijo el pino – de una especie muy
rara, tiene el tronco negro hasta más de un metro sobre la tierra, después
parece de un blanco grisáceo. Resulta muy elegante.
-
Es muy elegante, es muy elegante. – Transmitieron
las hojas unas a otras.
-
Sus frutos – continuó la descripción el pino –
son blancos como las piedras de cuarzo y más brillantes que las hojas de acebo.
Dejó que la noticia llegase a los confines
de la fraga y siguió.
-
Sus ramas son delgadísimas y tan largas que no
puedo ver donde terminan, ocho se
extienden hacia donde el sol nace y ocho hacia donde el sol muere. Nunca
vi un árbol como este, sentencio el pino.
Toda las plantas del bosque
pensaron que se trataría de un ejemplar muy importante. Una zarza se enroscó en
él y declaró que en su interior se escuchaban vibraciones, como si un timbre
sonara a gran distancia. Pero ninguno se atrevía a hablar con él.
Quiso la suerte que en aquella
tarde, la más hermosa de la primavera, la savia recogía del suelo sustancias
embriagadoras; todo el campo estaba lleno de flores silvestres y unas
nubecillas se iban aproximando con lentitud. Los árboles entonaron sus cantos,
ante la llegada de la lluvia.
-
¿No quiere usted cantar con nosotros? – Preguntó
el pino nuevo huésped del bosque. – Seguramente su voz es delicada y armoniosa,
y a todos nos agradará que se una a las nuestras.
-
¿Y a qué viene eso? ¿Qué cantan ustedes? – Silbó
malhumorado el poste.
-
Imitamos a un tren.
-
¿Y para qué? ¿Son ustedes el tren?
-
No – Reconoció el pino avergonzado.
-
Entonces le diré que no encuentro seria su
conducta.
-
¿Quizás le agrada más la canción de la lluvia? –
Volvió a preguntar el pino.
-
No – Sentenció el poste.
-
¿Acaso la canción del mar?
-
Ninguna de ellas. Este es un bosque sin
formalidad. ¿Quién podría creer que árboles tan talludos pasasen el tiempo
cantando como ranas? Yo no canto nunca. Si ustedes acercasen a mí sus oídos
escucharían el murmullo de una conversación, porque a través de mí pasan las
conversaciones de los hombres. Eso sí que es maravilloso.
La opinión de poste pronto fue conocida en toda la Fraga de
Cecebre.
Llegó el verano y los pájaros hicieron sus nidos entre las
hojas de los árboles del bosque. Un día en que el eucalipto evaporaba su
esencia al fuerte sol con tanta abundancia que todo l bosque olía a eucalipto,
se decidió a conversar con el poste.
-
He notado que no adoptó usted ningún nido.
Quizás porque no conoce aún los pájaros que aquí viven.
-
¿Para qué quiero yo sostener nidos de pájaros y
soportar sus arrullos? ¿Me ha tomado por una nodriza? ¿Cree que soy capaz de
alcahuetear amoríos? ¿Cómo podría yo servir a la civilización y al progreso si
perdiese tiempo con la cría de pajaritos?
Estas palabras circularon en seguida por la fraga. Los
árboles, avergonzados, hicieron lo posible para desprenderse de los nidos.
Un día volvieron los hombres y talaron el roble. Ese día el
poste se pronunció.
-
Al fin se decidió a cumplir su destino. Ahora
podrán hacer de él hermosas puertas, que es para lo que había nacido, no para
esconder gorriones o cantar tonterías.
Pasado cierto tiempo volvieron unos hombres a la Fraga de
Cecebre. Golpearon con unas herramientas al poster. Al comprobar que la madera
estaba carcomida, lo derribaron. El bosque quiso saber a qué especie pertenecía
aquel huésped que llevando un tiempo compartiendo con ellos la fraga era tan
distinto y distante a ellos.
-
¡Mira e informamos! Rogaron los árboles al pino.
Y el pino miró, y vio el interior del poste. – Dentro hay
polilla. Hay polvo.
-
¿Y qué más? – Preguntaban los árboles.
-
Muerte. – El pino anunció, dejando de mirar. –
Ya estaba muerto. Siempre estuvo muerto.
Otra de las actividades consistió en recoger ramas rotas, diferentes tipos de hojas secas, frutos caídos de los árboles y pequeñas piedras, para montar un maqueta del bosque que describe la novela.
Y para finalizar el trabajo, "plantamos" en nuestra Fraga de Cecebre, al famoso nuevo huésped.
Fco. Javier García Mejías.