lunes, 16 de noviembre de 2015

EL BOSQUE ANIMADO // WENCESLAO FERNÁNDEZ FLÓREZ


ACTIVIDADES 
PARA______EL 
__FOMENTO__
DE_________LA 
_____LECTURA.





El sábado 14 de noviembre de 2015, con el fin de fomentar la lectura y para que los niños de Palazuelo conocieran parte de la obra de Wenceslao Fernández Flórez, El bosque animado, la Biblioteca salió al bosque. En los merenderos contamos una adaptación del primer capítulo de esta novela. Y entre las hojas secas, helechos y sauces llorones nos trasladamos a la mágica Fraga de Cecebre.


LA FRAGA DE CECEBRE
La fraga es un tapiz de vida apretado contra las arrugas de la tierra. Es toda vida, desde la guarida del zorro hasta la punta del pino más alto. Donde fijáis vuestra mirada divisáis ramas estremecidas, troncos recios, verdor; donde fijáis vuestro pie dobláis hierbas que después procuran reincorporarse con el esfuerzo doloroso de hombrecillos desriñonados. Donde llevéis vuestra presencia habrá un sobresalto de seres que huyen entre el forraje, alimañas que se refugian n el tojal, de insectos que con la prisa de todas sus patitas entorpecidas con el musgo, las zarzas, los brezos y los helechos.
La Fraga de Cecebre es un ser hecho de muchos seres. Vida ancestral olvidada, tierra, animal encorvado, raíz de árbol; rama, flor y fruto. Araña que acecha y insecto que escapa. La fraga es como la ciudad, pero más variada. Porque en la ciudad el hombre lo es todo y su carácter se manifiesta en todo el panorama urbano, mientras que en la fraga el hombre resulta apenas un detalle del que se puede prescindir.
En la Fraga de Cecebre, los árboles tienen sus luchas. Los mayores asombran a los más pequeños, que crecen entonces con prisa para hacerse pronto dueños de su ración de sol. A estos árboles les gusta cantar y cantan a coro las pocas canciones que han logrado componer. Todas las plantas aman intensamente el agua y a ensalzarla dedican sus mejores sinfonías. Son dos y las podéis oír en todos los bosques del mundo; una imita el ruido de la lluvia sobre el ramaje y la otra copia el rumor de un mar lejano.
Un día llegaron unos hombres a la Fraga de Cecebre, abrieron un agujero y clavaron un poste. Subieron luego por él varios hilos metálicos y se marcharon para continuar con el tendido de la línea telefónica.
Las plantas que había en torno al reciente huésped de la fraga permanecieron durante varios días cohibidas con su presencia, las plantas son muy tímidas. Al fin, un pino alto y recio que estaba cerca de él, dijo:
-          Han plantado un nuevo árbol en la fraga.
La noticia corrió de las hojas de un eucalipto que rezaban al pino, y por las del castaño que rozaban con las del eucalipto. Y el rumor de las hojas de extendió gracias al roble y al abedul ; y llegó a toda la espesura. Los árboles más altos y alejados del nuevo huésped, aprovecharon el viento para inclinarse y así se asomaban para mirar.
-          ¿Cómo es? ¿Cómo es?
-          Pues es – dijo el pino – de una especie muy rara, tiene el tronco negro hasta más de un metro sobre la tierra, después parece de un blanco grisáceo. Resulta muy elegante.
-          Es muy elegante, es muy elegante. – Transmitieron las hojas unas a otras.
-          Sus frutos – continuó la descripción el pino – son blancos como las piedras de cuarzo y más brillantes  que las hojas de acebo.
Dejó que la noticia llegase a los confines de la fraga y siguió.
-          Sus ramas son delgadísimas y tan largas que no puedo ver donde terminan, ocho se    extienden hacia donde el sol nace y ocho hacia donde el sol muere. Nunca vi un árbol como este, sentencio el pino.
Toda las plantas del bosque pensaron que se trataría de un ejemplar muy importante. Una zarza se enroscó en él y declaró que en su interior se escuchaban vibraciones, como si un timbre sonara a gran distancia. Pero ninguno se atrevía a hablar con él.
Quiso la suerte que en aquella tarde, la más hermosa de la primavera, la savia recogía del suelo sustancias embriagadoras; todo el campo estaba lleno de flores silvestres y unas nubecillas se iban aproximando con lentitud. Los árboles entonaron sus cantos, ante la llegada de la lluvia.
-          ¿No quiere usted cantar con nosotros? – Preguntó el pino nuevo huésped del bosque. – Seguramente su voz es delicada y armoniosa, y a todos nos agradará que se una a las nuestras.
-          ¿Y a qué viene eso? ¿Qué cantan ustedes? – Silbó malhumorado el poste.
-          Imitamos a un tren.
-          ¿Y para qué? ¿Son ustedes el tren?
-          No – Reconoció el pino avergonzado.
-          Entonces le diré que no encuentro seria su conducta.
-          ¿Quizás le agrada más la canción de la lluvia? – Volvió a preguntar el pino.
-          No – Sentenció el poste.
-          ¿Acaso la canción del mar?
-          Ninguna de ellas. Este es un bosque sin formalidad. ¿Quién podría creer que árboles tan talludos pasasen el tiempo cantando como ranas? Yo no canto nunca. Si ustedes acercasen a mí sus oídos escucharían el murmullo de una conversación, porque a través de mí pasan las conversaciones de los hombres. Eso sí que es maravilloso.
La opinión de poste pronto fue conocida en toda la Fraga de Cecebre.
Llegó el verano y los pájaros hicieron sus nidos entre las hojas de los árboles del bosque. Un día en que el eucalipto evaporaba su esencia al fuerte sol con tanta abundancia que todo l bosque olía a eucalipto, se decidió a conversar con el poste.
-          He notado que no adoptó usted ningún nido. Quizás porque no conoce aún los pájaros que aquí viven.
-          ¿Para qué quiero yo sostener nidos de pájaros y soportar sus arrullos? ¿Me ha tomado por una nodriza? ¿Cree que soy capaz de alcahuetear amoríos? ¿Cómo podría yo servir a la civilización y al progreso si perdiese tiempo con la cría de pajaritos?
Estas palabras circularon en seguida por la fraga. Los árboles, avergonzados, hicieron lo posible para desprenderse de los nidos.
Un día volvieron los hombres y talaron el roble. Ese día el poste se pronunció.
-          Al fin se decidió a cumplir su destino. Ahora podrán hacer de él hermosas puertas, que es para lo que había nacido, no para esconder gorriones o cantar tonterías.
Pasado cierto tiempo volvieron unos hombres a la Fraga de Cecebre. Golpearon con unas herramientas al poster. Al comprobar que la madera estaba carcomida, lo derribaron. El bosque quiso saber a qué especie pertenecía aquel huésped que llevando un tiempo compartiendo con ellos la fraga era tan distinto y distante a ellos.
-          ¡Mira e informamos! Rogaron los árboles al pino.
Y el pino miró, y vio el interior del poste. – Dentro hay polilla. Hay polvo.
-          ¿Y qué más? – Preguntaban los árboles.
-          Muerte. – El pino anunció, dejando de mirar. – Ya estaba muerto. Siempre estuvo muerto.



      Otra de las actividades consistió en recoger ramas rotas, diferentes tipos de hojas secas, frutos caídos de los árboles y  pequeñas piedras, para montar un maqueta del bosque que describe la novela.



Y para finalizar el trabajo, "plantamos" en nuestra Fraga de Cecebre, al famoso nuevo huésped.




Fco. Javier García Mejías.







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